martes, 23 de abril de 2019

No puedo olvidar. No voy a olvidar

No puedo olvidar a quien una vez, como un sutil aleteo, recorrió el triclinio de mi corazón y me volvió a la vida.

Lo que hago, para no volverme loca con su ausencia, es silenciar mi mente y vivir con lo que tengo y con lo que soy ahora.
Pero ocurre que el corazón se resiente de las pasiones que la fría mente intenta apagar. Y eso, precisamente, es la puesta en marcha de la maquinaria del olvido.

Y así vivo en un bucle del que no sé como apearme: la mente quiere olvidar apartándose del corazón y el corazón me dice que no puede hacer sino recordar.

Prefiero ser hoguera a vivir una vida que se va consumiendo en forma de temblorosa llama.

Yo sé que, alineados, la mente y el corazón son intercambiables, porque  pensados como opuestos, no son otra cosa que una faceta de explicar la dualidad el pensamiento.


Quiero volver a adentrarme en el bosque de lo sutil que no es sino gozo y alegría.


Voy a recordar el camino de vuelta a casa, al hogar. Al llegar a él, se aviva el fuego de la hoguera.
Es el sitio donde el peso de toda carga se hace liviano, porque al atravesar su umbral de acceso, se está exento de pensamientos. Allí,  la mente, es un gran espacio en blanco para llenarlo de sensaciones y de sentimientos hasta alcanzar el éxtasis.

No puedo olvidar a mi amor.

No voy a olvidar.










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