viernes, 21 de julio de 2017

Campo de Estrellas

Cuando el amor se nos revela (en alguna de sus múltiples manifestaciones), no nos volverá a parecer nunca suficiente, pues es su naturaleza crecer tendiendo al infinito.
Pedimos y queremos un poco más, sabedores de la infinitesimal fracción fugaz de tiempo que somos en el plano de la realidad.

A veces, creemos que si no permanecemos unidos allá donde lo sentimos con mayor intensidad,   nos vamos a perder algo muy importante, lo más importante, como si se le pudiese atribuir algún tipo de límite o concreción.
Muchas otras veces terminamos por perdernos nosotros, en lo que no es. 

Todos tenemos al menos una ocasión en la que sentimos toda su grandeza.
Benditos son aquellos que lo viven en más de una ocasión y saben reconocer cada una de ellas, entregándose plenamente conscientes.

Un poco más, pedimos, y obviamos el dolor para grabar bien en el alma la eternidad. Lo hacemos desde la retina, desde los besos, en el universo de los abrazos, en cada una de las caricias y gestos... como si  fuese posible alcanzar lo que ya somos, como si no fuésemos eternos desde el origen.


En mi furia, desde mi ahora reseco repertorio, brotan algunas palabras, palabras torpes, enmarañadas, extrañadas de no encontrar el manantial al que derivan , intentando recobrar el orden preciso de este instante precioso.

Un poco más, aún recuerdo sus palabras. Al escucharlas de sus labios, la fisura de mi alma se volvía profunda brecha por la que se escapaba mi primigenia manera de contar los acontecimientos.

Un poco más, decía desde su alma llena de amor, trascendiendo al dolor de su cuerpo que se consumía.

En la última, encontró encendido con todas y cada una de sus luces, el campo de estrellas que fueron su guía.


Un poco que arde, alumbra y quema.

















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