domingo, 1 de febrero de 2015

Concepción

Y es que un velo oscuro poblaba la noche
y de sus vapores se esparcía un vago olor a incienso.

Flotaba el sensual deseo de la vida
y desparecía todo miedo, tornado en esperanza.

Entonces, mis brazos eran  conscientes de su final en manos
y éstas, volvían de nuevo a la vida.
Preparadas para, por fin, tocar el más fino instrumento.

Ahora no existía ni tristeza, ni melancolía, ni añoranza.

Estábamos todos, sin más.
Y el mundo había recobrado su olvidado sentido.
latiendo, todos, otra vez al unísono.

En la resplandeciente mañana
que besaba a la noche certera.

Y todo, no fue sino el fugaz chispazo de una etapa rara,
que ha dado lugar a lo que ahora somos.
Y nos sonreimos y ya nos amamos sin miedo,
expandiéndonos gratamente, del todo.

Ven y siéntaté en mis rodillas, amor.
Pues voy a susurrarte al oído una canción
y mientras te duermes en  mi regazo,
aguardaremos juntos la aurora.
Albores del alba, los dos ahora.

Trepando por el infinito surco de aguda cresta
habríamos conquistado lejanas tierras abandonadas,
pero es que ese no era el camino.

Ahora sabemos que es otro y no lo daremos, jamás, por vivido.
y no lo daremos nunca por dividido.


14-05-2007

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