Y un día como otro cualquiera, fui a buscarla. Miré en el patio y estancias dónde solía encontrarse y no estaba: había desaparecido. Y con sensaciones contradictorias, intentaba aceptar lo evidente, Fénix había vencido por fin sus miedos y se había pasado al otro lado, más allá de los muros que la confinaban en el mundo terrestre.
Fénix había saltado esos quince o veinte centímetros que la separaban del "afuera", umbral que una vez vencido, le otorgaba su libertad.
Ahora su reino es el de las alturas, cual barón rampante, con la diferencia de que el barón rampaba de árbol en árbol y ella va de tejado en tejado, ágil y feliz en su medio. El barón una vez arriba no volvió a tocar jamás el suelo. Pero Fénix volvió. Esa primera que se evadió, le valió para aprender a irse pero no para bajar del tejado. Volvió al día siguiente y deambulaba por el tejado más bajo dando vueltas, con muestras evidentes de que deseaba bajar y no podía. Esa era la segunda parte: el regreso, porque el sitio por el que se marcha no es bueno para luego regresar. Así es que esa primera vez, que se marchó y volvió, la ayudé a bajarse.
Decía antes, que su huida despierta en mi sensaciones contradictorias. Por una parte, me siento feliz de que gane a sus miedos su instinto animal, y que se vaya y salga y sea libre. Pero por otra, la parte del apego, me preocupa que ahí fuera le pueda pasar algo. Pero yo no voy a mantenerla encerrada. Habrá que asumir los riesgos.
Hoy, de vuelta de unas breves vacaciones, al ir al patio donde solía estar he notado de inmediato su ausencia. Entonces, he elevado mi cabeza y mi vista y allí estaba, a sus anchas en el tejado. Al vernos (a mi y a mi hijo) ha dado dos paseos por el borde del alero del tejado y apoyando sus patas en el muro se ha lanzado y ha ingresado en el patio para saludarnos y que le hiciésemos unos pocos mimos.
Y me parece que esa sensación contradictoria va a estar en mi siempre.
Luego de irnos de estar un rato con ella, ha comido algo y se ha vuelto a marchar.
La gata Fénix se ha hecho adulta y ya nada será igual. Y es que la igualdad es sólo un símbolo matemático.
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