domingo, 29 de septiembre de 2019
Bonjour, dimanche!
Y nos gusta pensar que la mayor parte de las cosas que hacemos tienen un sentido y un significado.
Y nos gusta establecer como una especie de ritual en aquello que no pasa de ser mera costumbre.
Una mañana más Fénix se dirige hacia la parte más encendida por los rayos de sol, en la cumbrera. Mira hacia el vasto horizonte y aspira los indicios del que será el inicio del recorrido de la mañana.
Mientras en mi cabeza repiquetea, en un tono cada vez más apagado la sentencia: "Bonjour, tristesse! con alguna letra cambiada por su simétrica al otro lado de un espejo imaginario.
Y siendo consciente de ello, noto como la vida bulle y se pasa en balde si solo se es pensamiento.
Y no me consiento hoy estar triste porque no tengo que fijarme en los motivos que conducen a la tristeza, considero que los sitios donde ponemos la atención siempre pueden ser otros, puntos de carga que hagan el estar más liviano.
Así, la libertad, también es capacidad de poner el énfasis en los asuntos y las cosas que nosotros queramos, desde un amplio repertorio.
Pudiendo ser "tristesse", aspiro el aire de la mañana, como hace mi gata, algo así como para descubrir en él, los ingredientes que tendrá este nuevo día que a pasos de gigante avanza.
Y me siento enana entre la inmensidad de ingredientes que depara la mañana. Muchos de ellos suenan a nuevos, no porque estén ahora y antes no, sino porque antes de ahora no los había apreciado.
Es aún dura la carga, mira que me cuesta entender que el peso que se siente es solo la no aceptación de partes de mi pasado. Sigo sin comprender que todo eso que ha sucedido me ha llevado a ser como soy ahora. Pudiendo ser de infinitas maneras soy como soy.
Pienso que todo niño se merece tener un padre y una madre que sean felices para vivir en felicidad, que siempre debiéramos ofrecer la mejor versión de uno mismo para el otro, pero esta meta tan difícil de alcanzar nos negamos por el poder del pensamiento. Divagamos y ese divagar nos paraliza frente a la acción.
Bonjour dimanche!
Vamos mejorando.
Puedo sorprenderme haciendo algo que no haya hecho antes, como pintar una flor rara que haga detenerse al pensamiento, una flor que al contemplarla sea la flor sugestiva...
Algo así como las flores horarias de Momo.
Palabras, me sigo perdiendo en las palabras. No debería haber desfase entre pensamiento y acción.
La gata olisquea con placer el límpido aire nuevo del día y no se plantea nada; quizás, es sólo un preliminar iniciático que antecede sus pasos.
¿He perdido el tiempo hundida en la prosa vil?
He perdido el tiempo que pasé lejos de mi.
El reloj corre sin tregua mientras yo trabo enredados pensamientos que nunca llegarán a materializarse, porque lo que se crea no se piensa, se huele y se cocina sin mayor intermediario que el peso del alma.
Cuando no está la gata, echo de menos sus ligeros pasos de funambulista que no conoció alambre, y siento miedo (por si no volviera) y placer (por haber desdibujado y amplificado los límites de su existencia).
En la sentencia, Bonjour tristesse! está implícita la alegría.
En su representación en el edificio de viviendas de Siza, hay una especie de vacío en forma de ojo que todo lo ve, que nos habla de un mundo de contrarios, en el que un lado y otro lado son permeables, el muro es una construcción mental para organizar espacios, pero se nos olvida que en su origen el espacio no tiene dueño.
Repiquetean las campanas en el aire del cielo azul, resquicios sonoros de la alegría. Y me entrego al momento.
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