Sale siempre del colegio corriendo, agitando sus pequeños puños cerrados que dirige hacia lo más alto y el rostro mirando al cielo. Teatral y feliz, no para de gritar:
- ¡Soy libre!, ¡por fin soy libre!
Con una sonrisa que le ocupa la mayor parte de su cara.
Me gusta encontrarme con él, con el niño alado, mientras espero que salga mi hijo. Los demás niños que se encuentra a su paso le miran con una amistosa sonrisa y es que, de alguna manera, contagia su estado de ánimo de alegría y felicidad.
Cuando le escucho, pienso que es muy importante tener las cosas más básicas de la vida claras desde bien pequeños, como este niño.
Por unos instantes, todos los que le sentimos en ese brevísimo intervalo de tiempo saboreamos la libertad.
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