En lo más hondo de mi memoria suena el repiqueteo juguetón de la lluvia, que acontece mientras las manos y los labios descubren las delicias de la piel.
Eran días de plena lluvia, y yo nacía derramándome en tu cuerpo.
Adoro el olor a tierra mojada de tu sexo confundido con mi sexo.
Aquel leve y fugaz instante en que el esplendor de la vida arrebata un vacío al mundo obscuro y fugaz.
Y salíamos a encontrarnos a la lluvia y después era feliz contigo a su resguardo.
Empiezo a entender que nada de lo amado muere.
Esta lluvia de noviembre que me llega a las entrañas.
Y no soy yo quien recuerda,
es mi espíritu que vuelve.
Y de lo vivido compone la expresión de la hermosura.
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