No suele ocurrir muy a menudo por estos lares, pero estos días ocurre que llueve.
Hoy, la suave caricia de la llovizna va desperezando poco a poco mis resecos sentidos.
Me gusta caminar al amparo de la luz difusa que propician los miliares de gotas, mientras limpian todas las superficies y formas de materia que encuentran en su camino y despejan como nada las incógnitas de mi mente.
Echaba de menos la humedad sin frio que genera esta lluvia casi estival.
Y como llueve, quizás de manera inconsciente, me gusta salir a la lluvia y comprobar como esa brizna tardía de naciente esperanza crece y se reverdece un poquito más a cada instante.
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