Y llega la noche tranquila. Esta profunda noche de luna de ensueño.
Y, a veces, me aferro a ella con la añoranza del descanso. Deseando que mi mente y mi cuerpo encuentren un bendito instante de paz. De motivo en blanco, sobre fondo en blanco. Pensando que, quizás, el nuevo día que se gesta en la oscuridad, llegará anunciando alguna buena nueva.Y es que, en el fondo de todo, y después de todo, es posible que aún me habite una brizna de esperanza.
Y me sorprendo, todavía, haciendo cosas que no parecen tener sentido. Será que no me conozco lo suficiente.
Me falta un poquito para verme tal cual soy al instante que muta mi ser y se van disipando mis rasgos.
Y esta noche un dardo atravesó mi pecho. Sólo que ahora se que es mi ego herido, intentando digerir las consecuencias de mis estúpidos actos.
Había dejado de observarme. Había dejado de tener deseos. Había dejado de vivir.
Y he sentido todo este tiempo como un préstamo con el que es imposible saciar los sentimientos de culpa.
¿Quién soy yo?
No eres nadie, me dijeron una vez.
Y ahora no me importan las respuestas de los demás. Importa que sin poder contestar a esa pregunta viva como si tuviese todas las respuestas. Pero que digo...sandeces.
Vivo sin tener las respuestas, con la certeza de que a cada noche le sigue la mañana y, pensando que quizás tenga la dicha de despertarme en ella.
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