viernes, 19 de agosto de 2022

Cosas en las que me detengo

 Me pregunto por qué tu recuerdo no se ha trasladado, a estas alturas, a las capas más profundas y sombreadas de mi memoria. Y es que apareces una y otra vez, sin yo desearlo ni esperarlo. En un rostro por descubrir, en la música que apenas se oye pero que yo si escucho.

Y, a veces, quisiera llorar porque mi dulce obsesión se volvió locura. Más no voy a permitirme caer de nuevo.

Me sorprendo esperando, como si el tiempo no pasase, como si fueras a venir a buscarme mañana. 

Debes de ser la única brizna de esperanza sin sentido que me queda. Ahora que yo, ya no soy yo. Ahora que olvidaste que existo. Ahora que no cabe cariño en un remoto pensamiento.

Me he acostumbrado a llevarte dentro de mi a todas partes, en silencio, pero siempre vigilante, como si fueses el improbable detonante de algo hermoso, que está a punto de ocurrir en cada instante.

No consigo cerrar esa ventana, cuya visión un día  me deslumbro dibujando auroras de rosados dedos. Eres un pensamiento que se extingue, pero también una llama que alumbra mi pecho. 

Ocurre que hoy te echo de menos. Yo que te pedí nunca más volver a verte. Yo que cumplí en ello mi primer y último deseo.

Y el mar de tu mirada nunca cesa, más de que me sirve si no es para encontrarse con la mía.

Como los muertos me abandonaste a tu silencio. Y yo no he sabido construir melodías que llenen este espacio que en ocasiones me ahoga.

Me he acostumbrado a vivir con mis miedos, con profundas heridas que no cierran y  con la certeza absurda de que, algún día, volveré a encontrar tus palabras, aunque sea más allá de la muerte.

No te he dicho que no quería ser tu amiga, ni tampoco que quizás me deslumbré para siempre con la belleza agreste de tu alma.

Ahora me detengo, en el recuerdo desleído de tu rostro, sutil reflejo del  aleteo de un alma libre.




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