viernes, 1 de abril de 2022

Y de repente, vuelven.

Hace mucho tiempo que no escribo. Y no es porque no tenga nada que decir o que decirme. Al contrario, las palabras no dichas me roen las entrañas y me duelen mucho dentro. Cada día, miles de palabras no expresadas, me brotan en la mente y rellenan el enorme espacio poroso del silencio. Y así permanecen, desactivadas, formando parte de la estructura invisible del silencio. Sin querer nada. Sin esperar nada.

Sin embargo, hoy vuelvo a la hoja en blanco. A la escritura aparentemente inconexa, desarrollándose casi en cualquier dirección.

Pensaba en aquello que dicen, que sólo se ama una vez. Non credo. Aquí estoy yo amándote una y otra vez, siendo consciente de que nunca obtendré respuesta, que detrás de mi silencio, se encuentra el tuyo en un lugar todavía más profundo.

En el silencio existe un paraje entero dedicado a las cosas que nunca te dije. Y luego, hay otro con las cosas que te digo en el espacio en blanco. Ambos son infinitésima parte de la gran estructura de los sueños.

Ahora escribo sobre que no escribo. Y es que no sé porque me duele tanto el alma. Bueno, en realidad, algo sé. Es posible que tanto dolor se deba a la pesada carga de un pasado que no logro asimilar ni aceptar. Y hoy siento que ya no puedo más.

Por eso busco y me refugio de nuevo en las palabras, mis fieles compañeras.

Creo que es hora de curarse.



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