Él, que era lava encendida, también se ha extinguido de mis sueños.
Y no es por culpa del olvido, sino por mi expreso deseo de no querer vivir anclada en una vana esperanza.
Hace mucho que no me duelen las ausencias. Es sólo que es extraño que quien una vez lo fue todo, se haya reducido a un efímero pensamiento.
Y sin embargo, la luz sigue teniendo menos poder en mi, que el brillo de su sonrisa. Aunque el astro rey no compita con humanos sentimientos.
Es que me me gustaba quererle, pensarle y amarle, despacito, sin prisa, como si se hubiese ahuyentado el tiempo.
Ahora sólo queda el eco lejano de su esencia. El desenfoque perfecto de sus rasgos, que una vez me curó del dolor de no tenerle.
Hoy viene de nuevo a mi memoria, porque ocurre que me despierto con otros sueños, en otros lugares y con otras gentes extrañas. Y estoy donde jamás fue él. Y al pensarlo, el aire se me entumece un poco en los pulmones. tanto me he empeñado en retirarlo de mi ser que mi subconsciente se lo ha tomado en serio. Y ya no está más en mis sueños. Y me pongo un poco triste, porque sin los sueños, comprendo, que ya no me queda nada.
Sólo me queda un viejo ajedrez desvencijado e incompleto esperando a ser reparado. Y una vez completado, quizás, comenzar de nuevo otra partida.
Sólo me quedan unas pocas palabras, frías de miedo por tanta soledad.
Aunque mi gata me acompaña, y a veces, sin pretenderlo, me aleja de todo mal.
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