Siento y sé que ya es demasiado tarde para seguir esperando sus palabras, esas que una vez llenaron todo mi pecho de amor.
Me entretengo en el recuerdo y echo de menos la fugacidad de unos tiempos amables, llenos de despreocupación, diversión y fantasía. Un delicioso laissez faire donde se disolvía y extinguía la lógica del tiempo.
Ahora, observo en el recuerdo tantos matices y detalles hermosos y he de reconocer que soy una persona afortunada. Afortunada por haber podido vivir tantas situaciones vitales enriquecedoras.
Ahora puede que ya no sea esa persona jovial y rochera que no se perdía ni una fiesta, pero siento que aquel camino era necesario para poder sobrellevar a través de los recuerdos la aridez del presente.
He aprendido a vivir en la renuncia y aunque por las mañanas me aflora la tristeza a través de la mirada, siempre encuentro un motivo para quedarme y seguir peleando en el ring de los mortales. Lo encuentro al despertarse, mientras va caminando hacia el desayuno encogidito, algo así como desprotegido, como cuando te han arrojado del más dulce edén de los sueños.
Revivo en cada uno de sus gestos y sus reflexiones, de sus silencios, de sus ocurrencias y acciones.
Digo sin temor, aunque quizá no debería ser así, que decido vivir cada día, engancharme a la rueda de la fortuna, movida por el amor que emana su presencia y su ser entero.
Soy una madre afortunada, pues tengo el mejor hijo del mundo para mi, para que lo cuide y algún día vuele seguro muy lejos con esplendorosas alas.
No entiendo la vida sin su amor. Porque le da todo el sentido cuando éste (por el duro devenir cotidiano) se va escapando por los rincones.
Los hijos son un regalo del cielo en la tierra y están aquí por misteriosos motivos que desconocemos, aunque los sentimos y desarrollamos como amor pleno.
Pero se me está yendo de madre el escrito, pues yo comenzaba acordándome de mi amigo que decidió desaparecer para mi del mapa. Y me preguntaba que qué haría si de repente apareciera queriendo saber de mi. Es tentador el asunto. Pero es que ahora mismo estoy tranquilica en muchos aspectos y la verdad es que no quiero nada. Creo que le respondería con silencio, ese del que tanto he aprendido en estos años de ausencia.
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