domingo, 2 de agosto de 2020

Vida

A veces, detenemos la mirada en ventanas con vistas a ningún horizonte y balcones que miran a la nada, negando ignotos rincones  por descubrir y caminos que andar.
Pero los ojos ahí detenidos tanto tiempo, se cansan de rememorar mil y una vez aquellos paraísos que perdimos, al entender que ese punto fijo que una vez nos llenó de belleza y amor, no se encuentra en el exterior, tras esas vistas veladas. Se ubica muy  adentro, más allá del espacio y del tiempo. Está en nuestro interior y nos mueve a ser. Descubrirlo supone ir más allá de la materia, supone desprendernos de nuestras anclas y salir afuera para proyectar y alcanzar poquito a poco nuestros sueños.

Al otro lado del silencio, de la realidad velada, hay un bullicioso mundo  en el que co-crear. Y el "ahora" es el momento adecuado para hacerlo. No hay nada más, y a la vez, es todo lo que hay: ahora.



Podemos emplear el tiempo en lamernos las heridas, conformarnos con recordar aquello que perdimos y que nos hizo felices alguna vez, o quizás muchas. Podemos alimentarnos de pasado y experimentar una permanente indigestión. Pero merecemos algo más que silencio, algo que sea un verdadero alimento.
Estamos vivos, merecemos vivir y vida es lo que hay a uno y otro lado del silencio.

A veces, una ventana no es más que una herida en un muro, un recuerdo que poco a poco se disuelve en un mar lleno de recuerdos, recuerdos que son la sal de la vida.

Y la vida es imparable.








No hay comentarios:

Publicar un comentario