Un cielo de suave voluptuosidad nubosa acaricia hoy los contornos indefinidos de mi alma. Miro hacia sus dominios y me cuesta des entornar los ojos, pero su calidez y belleza me traen un poco de calma.
Cuesta respirar la realidad, salpicada de todos aquellos matices de la misma, que aún no hemos conseguido aceptar. Más sin aceptación no hay redención, pero aquí seguimos esperando el momento adecuado en el que consigues la aceptación de esos malogrados flecos, que arruinan incluso nuestro mejor ropaje.
Otro día más de libertad para inventarlo, en cierta manera. Saliendo siempre de la página en blanco y buscando inspiración en los trinos armoniosos de miríadas de pajarillos. Agradeciendo esta fugaz existencia y que, sin embargo, es todo lo que tenemos.
Mis pensamientos aún viajan con lentitud desde las avenidas del profundo sueño hasta la percepción de lo que me rodea a través de los sentidos. Cuanto más duermo más me cuesta volver y despertarme.
Y por un infinitésimo instante, siento que no comprendo nada del complejo mecanismo de la existencia, tan reales que parecen los sueños cuando los sueñas. De hecho, son la realidad que tenemos en tanto que soñamos. Y un infinitésimo instante posterior, que se dilata a través de los segundos, comprendo que quizás no estamos aquí para entender nada, quizás sólo se trata de vivir la extraña fenomenología que nos acontece a cada paso.
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