lunes, 26 de agosto de 2024

A orillas

Hoy el tiempo se aprecia lento, como la antesala del fenómeno que está destinado a no suceder, a no ser.


Éste es pensado, a veces bajo mil puntos de vista, pero no ocurre, nunca pasa nada de lo imaginado.

No sucede, ni con derroche, ni en la más sucinta expresión.

Miraba al pasado, buscaba el futuro y lapidaba, en esa vaga tarea, el presente.

Hasta que al ser consciente de la pérdida de tiempo y de energía, volvía al ahora.

Entonces, cobraban vida las voces, el tumulto, las manías repetidas hasta la saciedad como un mantra.

El cuadro del sagrado corazón que te envolvía con su amorosa mirada y promesa de paz eterna.

Todo mezclado. El rechinar de dientes con los cantos,  las sempiternas cabezadas con la locura. Y ella me mira y asiente. Ahora si te reconozco, parece decir.

O a lo mejor su asentimiento, es sólo una proyección de mis deseos.

Las manos siempre entrelazadas, como el vínculo más fuerte y más noble.
El sutil latido de la carne. La belleza de la verdad. Surcada y profunda, como los campos arados, como si el tiempo se empeñara en dibujar complicadas geometrías en la piel. Allí donde antes hubo luz, lozanía y esplendor.

Sonrisas desdentadas.

Cae la tarde y se nota que acortaron los días.

En un rato me voy. 

Quizás a pasear por las orillas del otoño.