jueves, 18 de julio de 2024

Palabras color nude

 Los miedosos, no es que tengamos miedo a todo: tenemos miedo a muchas cosas, sí. Para todas esas cosas más o menos incontrolables que tenemos miedo, somos unos cagaos, sí. Pero luego hay situaciones de la vida complicadas a las que les echamos muchos arrojos. Y luego, alguna que otra vez somos temerarios.

Yo necesitaba una salida y un camino que me alejasen de una vida que no quería. Se moría todo, me moría y en lo único que pensaba para continuar era en la remota posibilidad de que mi nueva apertura pudiese depararme él como destino. Y ahora que han pasado tantos años, ya sin pasión, sin pena ni gloria, sólo tengo recuerdos desleídos, como esas fotografías que han perdido su color con su continuada exposición a los rayos de sol. Hace mil vidas que se esfumaron las cosquillas y  los sueños robados al sueño y anhelos más profundos. Y lo que más me pesa es no acostumbrarme a vivir sin estar enamorada. 

Yo estuve allí. Cuando menos lo esperaba. En el centro de la tormenta. Sólo que ya no siento nada, sólo quedan palabras que, a veces me desnudan y también tienen el poder de  aligerar la carga. 






jueves, 11 de julio de 2024

El inconsciente también suelta

Tú que fuiste ruido en una maraña de silencio.

Fuiste esa herida que no pudo sanar sin desangrarme, por donde poquito a poco se me iba la vida. Así entendí que jamás iba a volver a encontrarte. 

Poco a poco me  he ido sosteniendo sólo con lo que realmente tengo, no con tu extraviada presencia. Dejé de alimentarme de quimeras, aunque mis ojos han perdido su chispa sagrada. Y mi voz antigua se diluyó en el mar de la nada.

Sueño que te veo entre la multitud y que no encuentro el camino que conduce hacía donde tú estás.

El caso es que yo quería fervientemente no pensarte, arrancarte de mi alma hecha pedazos, dejar de sufrir.

No sé exactamente como lo logré. Incluso ya te esfumas en mi subconsciente. 

Tú que no me ofreciste tu ayuda cuando me encontré al borde del abismo. 

Tú que llenabas de ruido el interior de mi mente enferma.

¿Cómo es posible que no me hubiera dado cuenta antes de ahora que tú eras el abismo?

Caí. Morí. Resucité.

Renuncié a (casi) todo por nada.

Nada tuve.

Nada espero. 

Vivo en el trapecio, suspendida entre tensados cables y nubes. En un peculiar equilibrio inestable.

Paso de una posición de equilibrio a otra, diferenciada de la anterior por pequeños matices.

Lo más parecido a la felicidad que encuentro, es estar tranquila, estar en paz. Quizás eso sea la verdadera felicidad: estar en paz. En una paz de vivos. La paz eterna ya vendrá cuando dios quiera.

¿A cuenta de qué vengo aquí de nuevo a partir de un yelmo recuerdo?

Probablemente a cuenta de contarme que de la muerte también se sale. Yo sé bien que hay vida después de esta vida. No es mejor ni peor, es diferente, como cada paso que damos sin entender que todos los caminos nos llevan al otro lado del espejo. Y eso, es lo único que nos iguala, junto con el nacer.

Me gusta pasearme por estos lares, llevo haciéndolo mucho tiempo.

Me gusta soltar pensamientos que no me conduzcan a ningún sitio cierto y seguro.

No es que ya no quiera. es que necesito soñar con los pies en el suelo y vivir en el trapecio, pero siempre anclada entre dos puntos, aunque sea un equilibrio inestable, como la vida misma.